viernes, 10 de abril de 2009

UNA PALABRA TUYA

TÍTULO ORIGINAL: Una palabra tuya
CALIFICACIÓN: 5
Fecha de visión: 8 de septiembre de 2.008
NACIONALIDAD: España
AÑO: 2.008
DIRECCIÓN: Ángeles González-Sinde
INTÉRPRETES: Malena Alterio, Esperanza Pedreño, Antonio de la Torre, Chiqui Fernández, Luis Bermejo, Marilyn Torres, Josu Ormaetxe, María Alfonsa Rosso, Juan Sanz.
MÚSICA: Julio de la Rosa
FOTOGRAFÍA: David Omedes (color)
GUIÓN: Ángeles González-Sinde, basado en la novela de Elvira Lindo
CRÍTICA:
Las amigas
Un olé para el departamento de casting. Eso de darle a Esperanza Pedreño un papel de loca optimista con una vida triste y plana no se le hubiera ocurrido a nadie..., salvo que hubiera visto antes "Camera Café", claro. Y pensar en María Alfonsa Rosso para el rol de madre con enfermedad mental que la hace vivir en una nube es digno de..., no sé, de "Atún y chocolate".
Bueno, ya sin coñas; en fin, que nos hallamos ante una película que se basa casi en su totalidad en la labor de los intérpretes, en este caso un dueto protagonista que cumple con nota, echándose sobre los hombros una cinta muy difícil y sacándola adelante a fuerza de coraje y trabajo. Pero, pese a sus esfuerzos, la cosa no termina de funcionar, más que nada por un guión (¡ay, señora ministra!) que se queda en la superficie de los hechos y dibuja unos personajes difíciles de creer (el mérito de las actrices es doble, en ese sentido, al hacerlas casi cercanas) y con los que es imposible identificarse. El único personaje que se mueve en terrenos reconocibles es el Morsa de Antonio de la Torre, pero su relevancia es casi anecdótica, pese a su supuesta importancia en la trama.
Lo peor de esta película es que que se revuelca y solaza en la angustia vital, el desgarro sentimental y el desapego (esos primeros planos sufridores o estoicos -según la ocasión- de Malena Alterio...), creyendo, sin duda, que eso proporciona mayor verismo, y nos refleja la alegría y la inocencia como una excentricidad, que, encima, es mero escudo protector ante la realidad (ese socorrido y manido trauma infantil...). Nadie es feliz en esta historia.
La vida no es tan complicada: la gente no se comporta ni siente como los personajes de una novela de Belén Gopegui o una película de Isabel Coixet, y, si lo hacen, son la excepción, no la norma. El personaje excepcional, el raro, no debe ser el de Milagros, que se limita a sobrevivir, poniendo al mal tiempo (¿qué mal tiempo?) buena cara, y que cuando encuentra algo por lo que vivir se aferra a ello con desesperación, sino el de Rosario, que camina por la vida sin norte, amargada, dormida, sin tener motivos para ello.
Por lo visto, en este mundo, si eres feliz, o estás loco o eres estúpido.

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