CRÍTICA:
Oro negro
El siempre excesivo Anderson vuelve a caer en esta cinta en los mismos errores que jalonan su filmogragría anterior; a saber: pretenciosidad sin la suficiente base, ganas de impactar a costa de lo que sea -aun de la misma historia que nos está contando- e innecesarios cambios en el ritmo narrativo.
En esta película se sustenta en el extraordinario trabajo interpretativo de Day-Lewis -algo desatado, pero igualmente enorme-, para contarnos una epopeya que, supongo, pretendía conmovernos, pero que resulta fría y ajena, sin lograr nunca involucrarnos en la desmedida ambición del protagonista..., ni en la del director.
No puedo evitar pensar que se trata de un producto no hecho para satisfacer una necesidad interior, ni siquiera con la intención de hacernos partícipes de una historia que merecía ser contada, sino mera y simplemente para optar a la mayor cantidad posible de premios (léase Oscars). A pesar de todo, y, aunque sólo sea por la primera media hora, se merece un visionado.
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