Si una película te conmueve hasta tal punto que te deja clavado en el asiento, en silencio, intentando digerir lo que has visto; si te afecta tanto que eres incapaz de reaccionar durante un tiempo, atrapado por tus sentimientos, ajeno aún al mundo real que te rodea, inmerso todavía en la historia que te acaban de contar; si genera en ti pasiones tan profundas como la rabia, el odio, la compasión, si te hace rechinar los dientes de frustración o ahogar las lágrimas de impotencia, entonces es que estás ante una gran película.
Si un actor es capaz de expresar con sus silencios, con un gesto de su mandíbula, con una mirada, todas las dudas, el miedo y la repugnancia que siente su personaje; si su mera presencia física es capaz de convencernos de que estamos ante un hombre recto y justo; si su contención desprende una fortaleza moral por encima de toda duda, entonces es que estamos ante un gran actor.
Un gran actor, una gran película. ¿Qué más se puede pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario