Demasiado viejo para morir joven
Vaya por delante que, aunque sí he visto la segunda y la tercera entrega de esta franquicia, debo ser, junto con algún aborigen de Papua-Nueva Guinea, de los pocos que aún no han visto la película original, sí, esa, la del rascacielos.
Pero como una película se juzga por sí misma, no por sus precedentes, no creo que me falten elementos de juicio para lamentar que se haya gastado tanto dinero en perpetrar esta absoluta memez, un disparate que confunde el buen cine con la velocidad, absolutamente predecible desde el principio (¿a que el único hacker que se salva es el que cuestiona la legalidad de lo que está haciendo?), con un Willis desatado y -los años no perdonan- renqueante y, ¡por Dios!, con Kevin Smith haciendo de cibergurú.
Al menos, la tercera entrega tenía algo, con los juegos de lógica y Jeremy Irons riéndose de su sombra, pero esto es pura comida basura, con la vieja y calva carne de siempre, pero aderezada con tecnología, internet y carne joven, para atraer a las nuevas generaciones. En fin, que como ya no tengo el estómago para estas cosas, que le aproveche a quien le guste, que yo voy a tomarme un vaso de bicarbonato.
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