La violetera
Contrariado por la llegada e imposición del cine sonoro, Chaplin decidió que no adoptaría la nueva tecnología, que, según él, acabaría con el Cine, por lo que para su primera película tras la innovación se decidió por seguir ofreciendo lo que tan bien sabía hacer: una nueva aventura de su personaje del vagabundo, muda, para demostrar que el nuevo invento era innecesario. Sin embargo, una vez terminado el filme, incluyó una serie de efectos sonoros -la puerta de un coche al cerrarse, verbigracia, elemento importante en la trama de la cinta- y componer una banda sonora magnífica, concesiones que, en su opinión, no desvirtuaban la cinta y sí podían beneficiar la comprensión y el dramatismo.
Aunque, en líneas generales, esta vez Chaplin se equivocó, el resultado de su cabezonería es una de sus películas más redondas, una maravilla que, sin necesidad de palabras, es capaz de provocar en el espectador todas las emociones que el director buscaba, desde la carcajada al torrente lacrimógeno que provoca uno de los más emotivos finales de la Historia del Cine.
Gracias, maestro.
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